Libre del pudor que la presencia impone
y dolido por la herejía de tu palabra,
vengo a suplicarte que no abandones
tu promesa de amor frente al gran ara.
Quiero el último adiós, ya que te pierdo
y agonizo tu ausencia en lontananza,
déjame por lo menos el recuerdo
de aquellas horas de dulce esperanza.
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