En el sendero incierto de mi vida,
esperanzas forjé... ¡gasa de albura!
Y al final, entre quedejas de brumas,
la verdad encontré, triste y ajada.
Busqué con inspiración osada,
frente convulsa y torva la mirada,
el consuelo de la mujer amada
en cuyos labios dejé la vida.
Torné mi vista en redor, buscando
el fulgor de su mirar temprano
o el arrullo de su voz. Todo fue en vano.
Son blancas ilusiones del pasado.
Mi buen Señor, allá en la altura,
donde se rasgan cielo y nada,
permíteme rielar la llamarada
a mi pupila que de amor exhala.
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