Allá en la altura, entre abras de flotante bruma,
donde a entonar sus trinos el ruiseñor alcanza,
vive una joven, blanca como es la espuma,
abandonada y sola, pero llena de esperanza.
Y yo absorto dejo que mi estro acuda a su reclamo.
Mudo de pasión admiro a esa virgen solitaria
y como evidente preludio, porque la amo,
con emoción profunda elevo una plegaria.
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